En la madrugada del 31 de julio fueron asesinados el fotoperiodista Rubén Espinosa, Yesenia Quiroz
Alfaro y Nadia Vera
junto con dos mujeres más. Hoy me duele no estar allá en el Ángel de la
independencia exigiendo justicia con ustedes. Solo puedo compartirles lo que
desde acá se siente, lo que desde aquí se mira.
¿Qué nos queda? Aguantar el embate autoritario con dignidad, levantarnos
contra el imparable espiral de violencia, dejarnos de juegos “democráticos” que
en veinte años no han tenido ningún resultado. Es momento de exiliar a la
muerte violenta de este país y que con ella se vayan todos los que directa o
indirectamente la propician.
¿Qué nos queda? Aceptar que la apatía también asesinó a Rubén, a Yesenia a
Nadia y a todas aquellas personas que no debieron morir.
¿Qué nos queda? Buscar caminos de unidad frente a la exigencia de justicia.
Hoy, gritarle al mundo que en este país se calla periodistas ya no es suficente.
Es momento de organizarnos en nuestro cotidiano, de dejar de ser el país que no
tiene fondo ante la violencia y la indignación.
¿Qué nos queda? Esta digna rabia, que deberá ser el motor para
demostrarnos que México puede tener un destino distinto al planeado por las
élites políticas, donde el asesinato de ningún periodista, estudiante,
activista será permitido; por el contrario será juzgado social y jurídicamente,
pésele a quien le pese.
¿Qué nos queda? La memoria colectiva, principal enemiga de este gobierno
que sistemáticamente apela al silencio institucional para hacer frente a la
violencia. Nos quedamos nosotros para reconstruir un país sangriento, para que
la violencia deje de ser el día a día.
(Foto: Rubén Espinosa/SinEmbargo)